
La elección fue del agrado de todos. Sólo saber que por este santuario pasan cada año cerca de 8 millones de personas fue suficiente motivo para que ese día no me quedara en casa aprovechando que no había clases. El lugar era precioso, con un montón de construcciones tradicionales budistas y un montón de espacio por explorar... lástima que la visita sólo durase una hora.
Se hizo lo que tocaba, como purificarse lavándose las manos en el pozo de la entrada y demás vanaglorias que te hacen pasar por un turista flipado, que al fin y al cabo es lo que somos. Las imágenes de Fudoumyou, Dios al que se le dedicaba el santuario, así como las de otras deidades menores no eran venerables pero sí imponentes por el miedo que infundían a los ojos curiosos.
Para muchos de nosotros esta visita fue lo primero que nos hizo pensar que había valido la pena el esfuerzo de someterse al exigente ritmo de vida japonés... para luego poder disfrutar de la calma de lugares como este.
2 comentarios:
Ichiban! Yatta!
Que de lujo!
Pero solo una hora? Descuida, que ya se podra volver con calma. En lo personal me llama la atencion mucho, se ve genial!
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